El Estado de Alarma nos ha cogido a todo el mundo desprevenidos. A nosotros nos ha pillado desacostrumbrados a pasar tanto tiempo dentro de casa, con muchas actividades en la vida diaria y con los niños que pasan parte de su tiempo con su padre en casa de sus abuelos. Al inicio de todo esto, el padre de mis hijos y yo convenimos que había que proteger a sus padres, personal de riesgo y que los niños era mejor que pasaran todo lo que durara el Estado de Alarma conmigo. Es ya más de un mes lo que mis hijos llevan sin estar, besar o abrazar a su padre o a sus abuelos que los están criando. Estamos en casa, mi pareja, mis hijos, 11 y 8 años ( los 9 llegaron en el confinamiento) y yo.
Ayer leía una reflexión de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, en relación a la atención que se les está prestando a los niños y niñas durante este Estado de Alarma y comparto cada una de sus palabras. Ya llevaba yo varios días pensando en ello y hablándolo con la gente con la que suelo hablar por redes o de forma virtual y por supuesto con mi pareja. Su reflexión coincidía además con la mía particular que os traslado.
Recuerdo que hace ya varios años, mi hijo mayor entró en infantil de tres años y su profesora, una grandísima profesional a la que tenemos mucho que agradecerle todo su alumnado, con una dilatada y premiada carrera como docente, a las pocas semanas de comenzar el curso detectó que mi hijo tenía una serie de dificultades en su aprendizaje. Tras una tutoría, la primera de muchas, analizamos las posibles causas (por motivos de enfermedad de un familiar había socializado poco) y sobre todo las estrategias para revertir esa situación. Trabajamos mucho durante todo el curso, coordinamos agenda, comportamientos, rutinas, dinámicas, no fue fácil pero al final mi hijo lo superó. Evolucionó rápido y se puso al nivel de sus compañeros y compañeras.
Traigo este ejemplo a colación porque la realidad que estamos viviendo en los últimos tiempos, esta situación tan extraordinaria, triste, complicada y estrambótica que se está dando en todo el mundo, con miles de personas fallecidas, también se está dando en cada uno de nuestros hogares, nos está afectando a todos y todas directa e irremediablemente, pero por desgracia también lo hace a nuestros niños y niñas. A la que será la sociedad del futuro, a la que no sabemos en qué medida va a afectar todo esto.
Llevamos ya más de un mes de confinamiento, sólo hay que darse una vuelta en las redes sociales para darnos cuenta de cómo está afectando a los adultos esta situación, la falta de socialización, y eso teniendo en cuenta que actualmente socializamos muchísimo a través de redes sociales y aplicaciones virtuales. En todo este proceso, a veces, me parece que nos olvidamos de los más pequeños, nuestra infancia, no estamos siendo conscientes del daño que pueden sufrir y pienso que falta empatía con sus realidades y cómo lo están viviendo.
Está demostrado que el no poder salir nos va a afectar a todas las personas en mayor o menor medida, hay muchas particularidades, por ejemplo personas con enfermedades mentales, diversidad funcional… a las que les puede afectar incluso más, ya que todas las personas necesitamos el sol, las actividades al aire libre o la socialización, pero es que además en el ámbito de la infancia afecta directamente a su desarrollo futuro, los niños y niñas necesitan relacionarse con sus iguales, necesitan estar al aire libre, jugar, saltar, hacer deporte para un desarrollo y crecimiento adecuado.
Todo esto sin mencionar que estamos hablando de un tipo de realidad familiar, donde los niños y niñas se encuentren con sus progenitores y estén todos en casa, sin problemas económicos anteriores o consecuencia del COVID-19, sin familiares contagiados por la enfermedad. Pero esa situación idílica no es la realidad de miles, millones de personas. Conocemos o imaginamos muchas situaciones dramáticas que se están dando como consecuencia de esta crisis sanitaria que lo está siendo económica y lo será en mayor medida en los próximos meses.
Todos y todas conocemos algún caso en el que alguno de los progenitores tengan que estar trabajando , por ser sectores esenciales o incluso de riesgo como sanitarios o dependientes de supermercado, que dejan a sus hijos temporal o de forma continua con familiares y amistades, que no saben si se contagiarán, familias que tienen a algún miembro enfermo o incluso que ha fallecido en mitad de esta alarma sanitaria sin ni siquiera poder despedirse, familias que han perdido sus ingresos y no saben cómo van a poder sobrevivir…
¿Se está pensando en los niños y niñas que se encuentran en estas situaciones? Además están todas las familias que en España o Andalucía ya estaban sufriendo el paro, la desigualdad o la pobreza. Millones de personas que habrá que ver cómo quedan después de esta situación de emergencia.
A lo que llevamos de confinamiento y sus posibles consecuencias emocionales, sociales y económicas que describo debemos añadir algo que es prácticamente nuevo para todos y todas, el teletrabajo y la presión añadida que este incorpora a nuestras vidas. No sólo el teletrabajo que tienen que desarrollar millones de trabajadores y trabajadoras, a los que en la mayoría de casos no se les han facilitado los recursos necesarios (equipos, acceso a internet) sino también el trabajo online que se ha implantado en el sistema educativo.
El sistema educativo no estaba preparado para la implantación de la formación online, no lo estaba la Administración, no lo estaba el profesorado y mucho menos las familias. Esta fórmula de enseñanza, de la que yo no voy a dudar de su eficiencia, no se está dando con las garantías suficientes de que nadie se vuelva a quedar por el camino o incluso, de que los mismos de siempre no se vuelvan a quedar por el camino. La brecha socioeconómica, digital y educativa que ya existía y contra la que luchaban los docentes sin apenas recursos y no se subsanaba en muchos de los casos, se acrecienta con este salto en la educación.
Pienso que igual que se prohíben los cortes de luz y agua en estos meses, se debería proveer a las familias de lo necesario: internet , equipamientos, para que puedan realizar este teletrabajo o formación online en condiciones y con garantías.
En muchos casos, los profesionales de la educación sin la ayuda de las otras administraciones, han tenido que ir adaptándose a pasos agigantados y con recursos propios a esta fórmula al igual que las familias. Los primeros días han sido un caos, falta de información, distintos puntos de vista dependiendo de las Administraciones y el color político que las gobierna. En Andalucía hemos visto como el Consejero de Educación y Deporte o el Vicepresidente de la Junta De Andalucía han dado bandazos… como que el curso se prorrogaría en verano, que había que seguir avanzando en las materias, informaciones todas ellas contradictorias entre sí que volvían loco a todo el mundo.
En todo esto está claro que nos hemos olvidado de los niños y niñas y cómo les afecta esto.
¿Alguien se hará responsable de lo que todo esto ha supuesto para esos profesionales, para las familias, para nuestros niños y niñas? ¿Pueden dejar de hacer una guerra lo que debería ser el cuidado y el poner a las personas en el centro? Ayer precisamente se han hecho públicas unas recomendaciones del Ministerio de Educación a las Comunidades Autónomas, porque existe una gran incertidumbre en este ámbito de cómo se iba a proceder con lo que queda de curso 2019/2020. Habrá que ver cómo traduce esto cada Comunidad Autónoma y quién sabe si las instrucciones que se dieron hasta ayer, dentro de una semana no cambian, con lo que ese vaivén puede suponer para todo el mundo.
De momento desde el Ministerio se ha acordado con las distintas comunidades y casi por unanimidad que no se avance en los contenidos, que se adapten los contenidos curriculares del próximo curso, que se adapte la enseñanza a la realidad individual de los estudiantes… nada que ver con las instrucciones que al inicio del tercer trimestre en plenas vacaciones de Semana Santa se han recibido en Andalucía.
Yo ayer por la mañana, antes de saber del resultado de esta reunión tramité una reclamación telemática en la Delegación Territorial de Educación en la que solicitaba que no se avanzara en las materias. A mí me parecía una barbaridad seguir avanzando en contenidos, porque la realidad de nuestros niños y niñas y su aprendizaje dista mucho de lo que sería dentro de un aula con sus compañeros y compañeras y su profesorado. También dirigí una carta de agradecimiento al Claustro del centro de mis hijos porque me consta el trabajo, compromiso y esfuerzo que están realizando todos los profesores y profesoras. Si antes apreciaba y admiraba su trabajo, el momento actual me ha hecho reconocerlo mucho más. Pero a pesar de su esfuerzo ingente, pienso que si no se paran máquinas, dejaremos a muchos niños y niñas por el camino.
En tiempos como los que estamos viviendo necesitamos la implicación de todos y todas. La empatía, la comunicación y la comprensión se hacen más necesarias si cabe no sólo en toda la comunidad educativa, sino en toda la sociedad. No podemos olvidar lo más importante de esta pandemia, debemos garantizar la vida, salvar vidas y que esas vidas que salvamos sean dignas de ser vividas, sobre todo por nuestros niños y niñas que son nuestra esperanza de un mañana mejor.
Texto: Pilar Praena Leal