Arturo Jiménez Jiménez

Arturo, un amigo, un vecino y un gran visueño. Desde pequeño lo recuerdo alto, delgado y siempre sonriente. Vivió un par de casas por debajo de la de mi abuela en calle Corredera, concretamente esquina con calle El Monte (hoy Manuel Jiménez León). Nació en nuestro pueblo el día 13 de octubre de 1932, hijo de Ramón Jiménez Fernández y de Rosario Jiménez Roldán. Estudió el Bachiller en el Colegio de Don Gil López Jiménez, junto con Rafael Vázquez Vázquez, José María de los Santos López, Salvador León Méndez y otros muchos más. Al mismo tiempo tenía que ayudar en el negocio familiar. Su padre Ramón ‘El Parche’ llevaba múltiples negocios: administración de Loterías, zapatería, venta de levaduras para las panaderías, prensa e incluso cochera de alquiler para bestias. Allí tenían que pringar todos sus hijos, una familia numerosa y tiempos difíciles.

Terminó el bachiller y empezó a estudiar Magisterio, que llegó a terminar, pero que nunca ejerció. A mediados de los años 50 se instaló en nuestro pueblo la primera sucursal bancaria, me refiero al Banco Hispano Americano. Arturo se coloca en dicho banco y poco a poco llega a interventor del mismo y más tarde a Director. Antes de ser nombrado Interventor tenía jornada partida y trabajaba como contable en la empresa constructora de Antonio Hernández Pineda (Talento), al ser nombrado Interventor, la entidad bancaria le exigió la dedicación exclusiva, y ahí entro en contacto con él. Me recomienda a Antonio y entro yo a sustituirlo.

Hizo Arturo la mili en Ingenieros, destinado al Destacamento de las Canteras en Alcalá de Guadaira, algunos días se venía andando a su casa. Se casó con una joven paisana, Nieves León Vergara. Tuvieron tres hijos: Jesús-Ramón, Eugenio y Arturo, todos ellos nacieron en nuestro pueblo. Vivió en un principio en la calle Real en casa de sus suegros, luego en una casa de la calle Rosario, frente al antiguo Bar Torre, su última vivienda fue en la Actual Avenida de la Republica de Nicaragua en el chalet de Peláez, frente a la gasolinera.

Es trasladado a Osuna y últimamente a varias oficinas de Sevilla, jubilándose en la Sucursal de la Gran Plaza. Por motivo de trabajo de sus hijos no pudo volver a su querido pueblo y allí el día 23 de octubre de 2014 falleció. Sus restos mortales reposan en el cementerio San Francisco de nuestro pueblo al lado de sus padres y hermanos. Su vida transcurre trabajando, también le dedica tiempo a otras actividades. Fue miembro de la Junta de Gobierno de la Hermandad de Santa María del Alcor, volcándose sobre todo en su Romería. A la muerte de su hermano Segundo se incorpora a Cáritas Parroquial, haciendo una gran labor, sobre todo en la captación de socios, yendo junto con otros miembros casa por casa de nuestro municipio. También colabora con la Asociación de Cabezas de Familia.

Hasta aquí la vida de un hombre honrado, trabajador, buen padre de familia y colaborador en organizaciones altruistas. Pero todo esto no es suficiente para rescatar a una persona del Rincón de la Memoria. Así hay muchas personas que cada día pasan por distintas organizaciones, colaborando y sacrificando su tiempo libre. Hace falta algo más. Arturo se le presenta la oportunidad, una oportunidad que no pasa todos los días y que él la aprovecha. Transcurrían los últimos años de la década de los sesenta. La escasez de viviendas en nuestro pueblo era grande y, aunque el valor de los terrenos no era muy alto, menos lo era el poder adquisitivo de los trabajadores. Vivían varias familias en cada casa. Muchas en una sola habitación, disponiendo en común de la cocina y el servicio (la que lo tenía). Un Sacerdote que por aquel entonces fue destinado a nuestro pueblo vio que la Iglesia disponía de un pequeño olivar cedido por una señora con el objeto de que el Santísimo siempre tuviera aceite para su lámpara en el Sagrario. Este olivar al transcurrir el tiempo quedó olvidado y prácticamente sin utilidad.

Varias empresas y particulares se interesaron para adquirirlo y negociar, pero Don Casimiro Calvo Zapata, que así era el nombre del Cura, propuso que allí se podrían crear solares donde las familias más necesitadas se fuesen edificando poco a poco una casa digna. La entonces Asociación de Cabezas de Familia aceptó el reto y se dispuso a hacer realidad el proyecto. Y aquí aparece Arturo Jiménez Jiménez (Arturo El Parche), siendo ya director del banco, ayudado por algunas personas, se hace cargo del proyecto. Fueron muchas las horas que dedicó al tema y fueron muchas mañanas de domingos, las que se ponía rumbo a la barriada y allí bregando con unos y con otros comienza esta historia.

Se empieza por seleccionar a una gran multitud de familias que enteradas solicitan un solar, se procede junto con miembros voluntarios a la selección, se determina que solo un solar por familia, para evitar la especulación, y un domingo en el local del antiguo sindicado vertical de la calle Real se sortean. Una vez sorteados se inicia la demolición del olivar y allanamiento de los terrenos, la empresa de excavaciones de Antonio Becerra, lo hace por lo que cada familia tuvo que abonar 2.500 pesetas. Los planos de solares, alcantarillado y agua potable fueron diseñados gratuitamente por nuestro vecino Jaime Ruiz Muñoz, Arquitecto Técnico. En un principio salían 99 parcelas de 5 metros de ancho por 15 metros de largo, pero según me cuenta nuestro amigo Juan Rodríguez León ‘Castañera’, dueño del Bar La Llave, se realizó un cambio y salieron algunos solares más y en su medida definitiva fueron solares de 7 metros de fachada por 12,90 de fondo. También se sacrificaron algunos solares para dar en su día salida a futuras urbanizaciones, me refiero al Huerto de la Cancela (Huerto del tío Bernabé) y a la finca San Bernardo.

Arturo organiza a los vecinos y con ayuda del Ayuntamiento se empieza a socavar las calles para colocar el alcantarillado y el agua potable, pavimentar las calles con albero compactado y así se podía comenzar a edificar cada familia su casa; también se reservó una de las aceras para casas (17 en total) de protección oficial, que fueron construidas por la extinguida Cooperativa de la Construcción San Pedro Nolasco, puesto que había adjudicatarios que por vivir fuera o por no tener familiares que les ayudaran para su edificación no podían optar a su autoconstrucción.

Otro asunto que dio muchos problemas fue la traída de la luz eléctrica. Arturo movió cielo y tierra y tras varias negociaciones junto con el Ayuntamiento y los vecinos por fin se logró que la Compañía Sevillana de Electricidad suministrase electricidad. A finales de los años sesenta empiezan a trasladarse poco a poco familias al barrio. Juan Rodríguez ‘Castañera’, Manuel Sánchez, La Modesta, el Urbano, el Espartero, la Capullita, Pepe ‘el Ditero’, ‘El Chupao’, Pepe ‘El Titín’ y muchos más. Así se ocupó todo el barrio, no queda ni un solo solar sin edificar y sin ser ocupado.

Para mí ha sido el mayor logro social de nuestro pueblo en muchos años, de una forma tan altruista y humana. Hoy, y así lo creo, el fin del olivar donado a la Iglesia, cumple su misión. El aceite del olivar alumbra a más de seiscientas personas que lograron salir de una difícil situación. Creo que más que ganado tiene Arturo este recuerdo para generaciones futuras. Agradezco a Juan Rodríguez León ‘Castañera’ toda la información que me ha facilitado. También quiero hacer constar que he conseguido toda la información familiar gracias al libro editado por Ramón Jiménez Jiménez (hermano de Arturo) ‘Recuerdo de mi familia’ y también a la Asociación Cultural Amigos del Viso por su artículo sobre el Barrio de El Calvario, publicado en la Revista de la Santa Cruz de 1991, artículo en el que yo personalmente colaboré.

Texto: José María López