La residencia de mayores abre sus puertas a La Voz de El Viso: “Te preguntas una y otra vez, ¿por qué ha tenido que pasarnos a nosotros?”

Desgraciadamente, en España la Covid-19 ha golpeado con mucha fuerza en las residencias de mayores. En la de El Viso del Alcor, seis de sus residentes han perdido la vida contagiados por coronavirus pero gracias a un impecable y continuado trabajo de muchas personas, especialmente de sus trabajadores y trabajadoras, el centro ha recuperado la calificación de residencia libre de Covid-19.

Los fallecidos por esta pandemia siguen y seguirán estando en el recuerdo de todos pero el futuro invita a la esperanza. Una buena noticia que la residencia de mayores San Pedro Nolasco quiere compartir con todos los lectores de La Voz de El Viso, primer medio de comunicación al que el centro le ha abierto sus puertas (no en un sentido literal) después de unas semanas muy duras y difíciles.

Desde estas líneas, nuestro agradecimiento de corazón a su directora, Marifé Molina, con quien hemos estado conversando. He aquí la primera parte de esta entrevista.

Después de semanas muy duras, empiezan a encadenarse las buenas noticias. Test con resultados negativos y sin ningún residente ingresado por Covid-19, ¿qué sensación tiene en estos momentos?

El día 6 de mayo recuperamos la calificación de residencia libre de covid-19. Esto fue un regalo para todas y todos. Llevamos dos meses de lucha. Este último mes más tranquilo, pero sin bajar la guardia, trabajando con mucha protección para la seguridad de ellos y la nuestra. La forma de trabajar sigue siendo muy diferente: todavía no podemos realizar actividades en grupo o comunes. Los residentes están en sus habitaciones y nosotras intentamos interaccionar con ellos, pero sin gestos como dar o recibir besos o abrazos, gestos tan frecuentes en nuestro días a día que ahora sin duda lo echan en falta ellos y nosotras. Fisioterapeuta y terapeuta ocupacional emplean su tiempo en dar normalidad: terapia, rehabilitación. La trabajadora social con la realización de las videollamadas para mantener el vínculo con los familiares. Debemos aceptar la situación y pensar que nos va a llevar mucho tiempo recuperar una normalidad reinventada y segura

Si echamos la vista atrás, a cuando desgraciadamente se confirma ese primer caso en la residencia, ¿qué recuerdos o pensamientos se le vienen a la mente?

El recuerdo es muy duro. Supuso el inicio de mucha tensión, mucha preocupación y mucho trabajo físico y mental. Cuidar a otros es un trabajo muy bonito pero que conlleva mucha responsabilidad. Cuidar una persona mayor frágil es complicado. Nunca queremos que se nos enfermen por mucha edad y patologías que tengan. Cuando te confirman que el resultado de la prueba para determinar covid-19 es positivo te asalta una gran incertidumbre pues en realidad no sabes cómo va a afectar a esa persona y por supuesto, te arroja en caída libre a una situación nueva y desconocida. Lo único que sabes es su virulencia y su ensañamiento con los mayores.

¿Cómo actuó la residencia desde entonces, qué medidas implantó?
Las primeras actuaciones fueron aislar a los contactos directos, limpiar, desinfectar y ponernos a las órdenes de los organismos sanitarios y seguir sus instrucciones. Tener reuniones diarias con todo el personal para informar de los procedimientos a seguir y activar las alertas entre nosotras ante cualquier mínimo indicio de contagio (detectar tos, fiebre o cualquier otro síntoma). Recabar información útil de cómo actuar en este tipo de situaciones para adquirir los conocimientos necesarios sobre actuación.

Desde el primer momento, las autoridades competentes han destacado la correcta actuación de la residencia, ¿hace esto que sintáis cierto alivio? 

Es una sensación agridulce. Para empezar, como directora, que tengan que venir a tu residencia a hacer una desinfección la UME o los bomberos no es agradable. Te hace ver la gravedad de la situación y de lo vulnerable que eres. En nuestra residencia estamos acostumbradas a salir de muchas vicisitudes, sobre todo las que llevamos trabajando unos cuantos años (20 años en mi caso). Hemos tenido muchos incidentes en otoño e invierno de zonas de la residencia anegadas por las lluvias. En estas situaciones, algunas personas me han preguntado “Bueno, ¿por qué no has llamado a los bomberos para que os ayudarán?” Y siempre digo lo mismo: “Porque lo hemos podido solucionar entre las que estábamos. Los bomberos seguro que tiene sitios donde haga más falta su intervención”. Sin embargo, en esta situación no ha podido ser así, hemos necesitado que vinieran a ayudarnos pues teníamos que asegurarnos que la limpieza y desinfección fuese total. Además sus visitas han sido también formativas pues nos han transmitido técnicas y procedimientos muy valiosos para nuestro trabajo. Es cierto que cuando llegó la UME, a los pocos minutos de estar viendo nuestro centro me dijeron que estuviese tranquila, que era la mejor residencia donde habían tenido que intervenir y no porque fuese la más bonita o la más funcional, si no porque las medidas que ya nosotras habíamos iniciado eran las correctas. También los bomberos con sus actuaciones tan eficientes, nos han felicitado y alentado. Desde inspección de servicios sanitarios, reconociendo el esfuerzo del personal pero poniendo en evidencia las dificultades de nuestro edificio para afrontar situaciones de este tipo.

¿Piensa que todo ha sido cuestión de buena o mala suerte? Es decir, os ha tocado vivir esto porque el virus entró igual que no podría haberlo hecho

Es muy tentador caer en una justificación de buena o mala suerte. Por otra parte no ayuda a avanzar. No te voy a decir que no lo he pensado un millón de veces, pues te preguntas una y otra vez ¿por qué ha tenido que pasarnos a nosotros? Desde que abrimos las puertas de nuestra residencia en el 2000, primero gestionados por Edad Dorada Mensajeros de la Paz, como ahora por Fonserrana, SCA, trabajamos por hacer las cosas bien. Siempre con el imperativo de no incumplir ninguna norma y procurando cuidar a todos y cada uno de los residentes de nuestra casa de la mejor forma posible.  Sobre todo al principio, cuando se manifestaron los contagios sobrevolaba sobre nosotras un fuerte sentimiento de culpa y/o fracaso. También nos culpamos de mala suerte. Sin embargo, les ponía el ejemplo de la lotería de navidad. Todos los años hacemos un escote y jugamos con la esperanza de ser las afortunadas con el gordo. Hasta ahora nunca nos ha tocado. La probabilidad de que nos toque es muy baja y debemos asumirlo: jugamos pocos números, una ínfima parte de las combinaciones posibles.  Sin dejar este símil de la lotería, un brote de contagios en una residencia de mayores es relativamente fácil pues como se suele decir llevábamos todas las papeletas (colectivo de personas vulnerables que comparten espacios y cuidados). Tampoco es una cuestión de negligencia. Esto último sí que me hubiese hecho replantearme los procedimientos y las responsabilidades.  Una negligencia supone ”falta de cuidado al realizar un trabajo incumpliendo normas o leyes”. En este caso, nuestra actuación fue la correcta: informamos a los familiares de las medidas que nos fueron recomendando desde las autoridades de la salud, limitamos las visitas en tiempo y forma. Pero, cuando esto ocurre ya podemos decir que el virus estaba entre nosotros sin saberlo.

¿Cómo se encuentra en lo anímico y cómo le ha afectado todo lo que ha vivido?
Me acuerdo mucho de los residentes que nos han dejado. Pienso en sus familias, con las que tenía más contacto que con algunos de mi propia familia. Ha sido y es muy doloroso pensar que se han ido sin poder hacer nada ni poder estar con ellos. También pienso en las compañeras que han trabajado mucho, que no ha mirado el reloj ni el cuadrante para ver cuando le tocaba descansar. Hemos estado juntas en los momentos de euforia trabajando y diciendo «podemos con esto» y una hora después alguna se ha venido abajo y hemos tenido que ayudarla a levantar el ánimo. Nuestros hombros han servido para arrimar y hacernos más fuertes pero también para llorar y darnos consuelo. Se nos ha cortado el cuerpo cuando hemos escuchado toser o le hemos detectado un cambio de temperatura a algún residente. Cuando estos cambios de salud se detectaban y he tenido que llamar al hijo/a, familiar para informar y advertir de estos síntomas, también ha sido muy difícil para mí. Quizá lo peor aunque lo he hecho sin dudar porque la información a los familiares era y es un compromiso al que no puedo faltar. Pienso también en mi familia a la que he abandonado casi por completo. Aislada en mi casa las pocas horas que estaba (ducharme, cenar un poco y acostarme). Me han cuidado y mimado lo que han podido.También han soportado algún que otro bajón y pérdida de nervios. Claro que esta situación me está afectando y me afectará. Pero espero no perder la ilusión ni las ganas de seguir.