Un yacimiento romano en el Cerro del Pipiro

Cerro del Pipiro.

No pocas veces la historia tiene una buena aliada en la casualidad. Están llenos nuestros museos de piezas que volvieron a ver la luz después de siglos al quedar enganchadas en el arado de un labrador que ignoraba que su terruño cubría un poblado de la Edad del Cobre, una villa romana, una antigua alquería andalusí… ‘Piedras peinadas’ llamaban en algunas zonas de Andalucía a los fragmentos de mármol esculpido que dejaba al descubierto la reja. Pura poesía popular: ‘piedras peinadas’. Ciertamente, una suerte de peine moldeó la piedra informe, transformándola en figuras togadas, en rizos ensortijados de cabelleras imposibles, en esbeltas hojas de acanto, en volutas estilizadas… En alguna que otra ocasión, esos restos han aparecido en… ¡En el fondo de una conejera! Obviamente, ignora el voraz lagomorfo que haciendo su galería está labrando un túnel que pone en contacto tiempos remotos con el que a nosotros nos ha tocado vivir. El azar, decíamos, hace buenas migas con la arqueología.

‘Piedra peinada’. (Fragmento de toga romana esculpida).

Segundo lustro del siglo XXI. Llegan ecos a la comarca de la existencia de un megaproyecto ferroviario que contempla la ejecución de un túnel que facilite la conexión de Sevilla con Málaga, pasando por Marchena. La idea no es otra que la de perforar la calcarenita, atravesar el alma del alcor, para posibilitar el paso de trenes de alta velocidad. Parte de la población, gran parte de la población, entra en cólera cuando toma conciencia de que el túnel va a discurrir por el término municipal de El Viso. El impacto va a ser brutal a todos los niveles y hay que hacer algo para evitarlo. Las asociaciones ecologistas, con Solano y la extinta Cornisa de Los Alcores a la cabeza (querido Javier, te añoramos), empiezan a tirar de un carro al que se van uniendo otros colectivos y decenas de particulares, sobre todo, agricultores y ganaderos. Al margen de las acciones legales emprendidas, de las recogidas de firmas, de las concentraciones, se logra contactar con doña Rosa Aguilar, consejera de Obras Públicas por aquel entonces. Va a haber encuentro, prometen desde altas instancias. Claro, tal ha sido el pataleo, que a la Junta no le queda otra. A la reunión van a ir miembros de Solano, de Cornisa, de Alwadi-ira… Y afectados a título individual. Cualquier argumento de peso es válido si se quiere torpedear un proyecto faraónico que va a costar miles de millones de euros y va a generar cientos de puestos de trabajo, eso sí, destrozando la economía tradicional, el modo de vida y el paisaje de toda una comarca. Razones de peso contra dinero y rédito político: nuestro excelso patrimonio arqueológico era y es poderosa razón de peso.

La casualidad, recuerden. La casualidad, o más bien la fatalidad – la Alta Velocidad Andaluza era un cáncer para nuestra tierra – posibilitaron que Agustín ‘Malojo’ entrara en contacto con nosotros. Él y su familia tenían y tienen propiedades en el Cerro del Pipiro, pago situado en la zona norte de El Viso (el emboquille sur afectaba al carmonense yacimiento de Alcaudete, uno de los más ricos y complejos de toda Andalucía), es decir, donde se iba a emboquillar el túnel. Y allí había algo más que olivos y naranjos, nos decía Agustín. Había unos peñascos raros que teníamos que fotografiar antes de ir a la reunión con la consejera, dado que tenían pinta de ser muy antiguos. Efectivamente, nos desplazamos hasta el lugar, y en las distintas parcelas de la familia pudimos documentar numerosos sillares perfectamente labrados, enormes piedras de molino, un bellísimo fragmento de columna en perfectas condiciones y una imponente piedra de contrapeso de prensa olearia. Indudablemente, eran restos romanos que, según nos indicó nuestro amigo, aparecieron cuando en los años 70 su abuelo abancaló parcialmente el terreno para darle un nuevo uso agrícola. Aquel cerro, conjunto de cerros en realidad, albergaba en su seno ingentes cantidades de materiales constructivos de época romana imperial, que nos ponían sobre la pista de una posible villa relacionada con la producción aceitera, como las que están perfectamente documentadas en gran parte de las terrazas del antiguo territorio de Carmo. Agustín y sus familiares tuvieron a bien preservar aquellos testimonios de tiempos memorables. Y es gracias a esas buenas gentes que las piezas se conservan magníficamente in situ.

Contrapeso de prensa olearia.

Tuvo lugar la reunión. La consejera vio las fotos de aquellos restos arquitectónicos. Nosotros estuvimos allí. Agustín estuvo allí. Podemos dar fe de que se dejó constancia de que en el Cerro del Pipiro aparecieron numerosos, espectaculares, restos arquitectónicos romanos, lo que podría indicar la existencia de un yacimiento, aún no catalogado, cuya integridad se podría ver puesta en peligro por la ejecución del túnel. Aparentemente, no se logró el efecto deseado, pues en ningún momento se mandó a nadie desde Obras Pública o desde Cultura para comprobar si aquello era o no algo importante. Había mucho en juego. Si la afección al acuífero, la destrucción de un paisaje sobresaliente, la ruina de la huerta visueña no iban a poder parar una de las mayores apuestas de aquel gobierno socialista, tampoco iban a hacerlo cuatro pedruscos por muy romanos que fueran. Casualidad o no, aquel túnel, aquel proyecto, nunca llegó a buen puerto.

Cerro del Pipiro.

Ya han pasado más de diez años y allí siguen el contrapeso, los sillares, los fragmentos de todo tipo… Un puzle a la espera de que alguien lo componga y le dé sentido. Hace pocos meses volvimos a visitar el lugar con Elisabet Conlin, arqueóloga que se encontraba recogiendo datos para hacer una carta arqueológica de El Viso. No dudaba del origen romano de los restos – ahora distribuidos entre distintas huertas – si bien nos indicaba que habría que acceder a la finca, hoy cercada, de la que provenían los mismos. La cerámica es el fósil guía por excelencia, y habría que rastrear en el lugar la presencia de alfares para definir la naturaleza de aquello. Su cronología. Mientras eso ocurre, no olviden que muy cerquita estaban Huerto Escondido y el Cercado de la Lucera, importantes localizaciones romanas bien conocidas desde que Bonsor los estudiara y describiera al detalle (en ambos lugares se documentaron interesantes estructuras funerarias).

Columna romana del Moscosillo. Idéntica a la del Cerro del Pipiro.

En algunas zonas de la Huerta del Militar aparecen coroplastias imperiales y restos de tegulae con cierta regularidad. No hace mucho, en la carretera de Tocina, en el tramo de la misma que discurre entre El Viso y la Nacional IV, a un par de kilómetros en línea recta del Cerro del Pipiro, ha aparecido otra enorme infraestructura arquitectónica romana relacionada con la producción de aceite de oliva. Las tierras de la zona son fértiles, el agua dulce no escasea, el Guadalquivir no estaba muy lejos y más cerca aún quedaba la Via Augustea. Casi con toda seguridad, el Cerro del Pipiro es otra prueba, como las mencionadas, de cómo en época imperial se reorganizó la estructura de la propiedad y el sistema de explotación del agro desde urbes privilegiadas como Carmona, al objeto de responder a la demanda romana de óleos y granos de la Betica. El contexto arqueológico general indica una racional e intensa explotación de la actual zona de nuestras actuales huertas. Los restos que, casualmente, el labriego despertó de su letargo, y, paradojas de la vida, la alta velocidad nos descubrió, trámite Agustín, hablan por sí mismos y nos dicen al oído: ‘se trataba de oro verde envasado en ánforas cerámicas’. Roma en El Viso.

TEXTO: Juan Antonio Martínez Romero
Profesor de Historia en el IES Maese Rodrigo (Carmona)