La pandemia y sus restricciones, a mí, me sirvieron para terminar el Grado de Filología Hispánica, estudios que comencé hace muchos años para abandonarlos después, por temas que no vienen al caso, y que en los últimos años decidí terminar.
En 2019 cursé una asignatura, Análisis del discurso, asignatura en la que se estudian las herramientas que utilizamos para convencer, el uso que le damos a nuestro idioma para argumentar, qué estrategias usamos y cuáles funcionan más, etc.
Cuando tuve que hacer mi trabajo de Fin de Grado (sí, para quién no lo sepa, terminé mi grado, hice el máster y ahora puedo decir que soy filóloga y profesora de Lengua Castellana y Literatura, de lo que estoy muy muy orgullosa) lo tuve claro… me centraría en esa disciplina que me había fascinado y haría un trabajo de investigación que aunaba todo lo que me apasionaba, la política, el feminismo y la lengua. Hay ya algunos estudios sobre las posibles diferencias entre el discurso político femenino y masculino. Ahí centré mi campo de trabajo. Usé el Debate sobre la Reforma del Estatuto de Autonomía de 2007 y los discursos de los Portavoces en el Parlamento Andaluz, dos mujeres (a las que admiro muchísimo) y dos hombres: Concha Caballero, Pilar González, Manuel Gracia y Antonio Sanz. Era mi pequeño y humilde homenaje especialmente a Concha y a su legado en política.
Después de ese análisis, las conclusiones mostraban que sí existían diferencias entre la argumentación y forma de expresión de las mujeres que protagonizaban los discursos y sus homólogos masculinos. Esto no se debía a una diferenciación biológica, me refiero a la cuestión de su sexo. Esa diferenciación tenía una motivación cultural, de género (de sus roles y estereotipos) y estaba directamente relacionada con el contexto social y educacional. En aquel momento, las mujeres estábamos infrarrepresentadas en todas las esferas, incluida la esfera pública y/o política. Cabe recordar que aquel debate se produjo antes de las Leyes de Igualdad por lo que la paridad era un espejismo. Aún, así, en aquel debate se dio, dos mujeres y dos hombres portavoces… paridad 50/50. Aunque quizás aquí, esté bien realizar un ejercicio mental y necesitemos recordar cómo fue el futuro político de aquellas cuatro personas para verificar que ellas, aún alcanzado cotas de poder importantes y visibilidad pública, no tuvieron la trayectoria política de ellos, en gran parte por ser mujeres.
Yo no viví personalmente aquella etapa, pero me he informado sobre ella, Concha dejó la primera línea política, en gran parte, porque le hicieron desde dentro (su organización) una oposición feroz y en el caso de Pilar, vio cómo el partido al que pertenecía desaparecía… también es verdad que ambas pertenecían a partidos minoritarios, no eran los mastodontes mayoritarios a los que pertenecían sus adversarios en aquel debate. Quizás también por eso mismo, por pertenecer a partidos minoritarios, les permitieron ser portavoces en aquel momento. La cuestión es que sus discursos (los de ellas dos) estaban argumentados de forma diferente, repletos de mayor vocabulario, más cultos, más elaborados, menos belicistas, más irónicos…
Leer, analizar y teorizar sobre aquellos debates fue un ejercicio maravilloso, insisto, no solo porque yo ya admirara a aquellas grandes mujeres, que lucharon y nos abrieron el camino a las que llegamos después, sino porque su discurso era de una calidad y de un nivel, que más quisieran sus adversarios.
En todos estos años posteriores a aquel debate, hemos visto como a las mujeres nos sigue resultando mucho más difícil llegar a puestos de responsabilidad, sigue existiendo la brecha salarial, o las crisis que hemos padecido se han cebado con nosotras. También hemos visto como a veces no sé si consciente o inconscientemente las mujeres hemos adaptado nuestro discurso al masculino, al final era el que imperaba y el que triunfaba y nos hemos alejado de esas posibles diferencias. Aún seguimos siendo mucho más cuestionadas y no se cuestiona solo nuestra labor, sino nuestro físico, nuestra vida personal, etc.
Soy filóloga y soy feminista, y después de lo aprendido, no desde la intuición sino desde el conocimiento, me sigue gustando analizar el discurso político. Se habla mucho de la baja calidad de nuestros representantes en el Congreso de los Diputados, de la gresca constante que se produce y de su falta de preparación. Sin embargo, vemos como cada vez hay más mujeres en política, aunque ser mujer, no es sinónimo de hacer buenas políticas, tener un gran discurso o estar al servicio de los ciudadanos.
Ahora llevo tiempo observando como a la opinión pública le está interesando generar una rivalidad en el seno de Unidas Podemos, recordemos que por primera vez en la historia democrática hay un gobierno con una coalición de izquierdas haciendo políticas para la mayoría, comprometidos con la justicia social y la igualdad, se han aprobado medidas novedosas, que por primera vez e incluso ante una situación de crisis mundial ponen por delante a las personas y su bienestar y dignidad, sus derechos.
Actualmente, en el gobierno de coalición, de Unidas Podemos la máxima representación o protagonismo lo tienen tres mujeres: Yolanda Díaz, Irene Montero e Ione Belarra. Hay que ver cuánto hemos avanzado las mujeres y nuestra lucha en todos estos años. Esto nos demuestra que las leyes, aunque no resuelven y a veces nos resultan insuficientes, nos sirven para ir avanzando, aunque sea más lento de lo que desearíamos. Ahí las tenemos, tres mujeres fuertes, valientes y valiosas dirigiendo nuestro país. La confrontación, no solo política, sino de los medios de comunicación y de la sociedad ante esta situación, está siendo letal. Ahí siguen vigentes todos los estereotipos, todo el machismo casposo, que o las ridiculiza, o las enfrenta, o las insulta… y es que el patriarcado nos quiere sometidas, mudas y enfrentadas. No soliviantamos ningún sistema político dominante desde el silencio y el ostracismo. Ya les ocurrió a las mujeres que dirigieron el país y lo cambiaron en la Segunda República. Y pasaron al olvido absoluto durante la dictadura franquista.
Igual estas, deberían de nuevo aprender de aquellas, o de las esas más recientes que se acompañaban en un mundo de hombres, aunque en lo político o ideológico podrían estar más lejanas, en su vida personal eran grandes amigas. E incluso en un debate con posiciones enfrentadas no dejaron que la nube les tapara la luz del sol, su meta, la igualdad. Estas, no deberían dejar al sistema hacer de las suyas y no entrar en su juego de egos y personalismos, porque sabemos hacer política de otra forma y así lo hemos demostrado y no deberíamos estar gastando nuestra energía en guerras internas, en alimentar polémicas o en crear diferencias que no existían, deberíamos acompañarnos, cuidarnos, defendernos.
En mi caso, las admiro mucho a todas ellas (quizás, Ione sea para mí la más desconocida) y soy consciente de sus diferencias, pero acaso ¿no nos enriquece la diversidad? Cada una con su estilo, con sus formas, sabe y hace buena política y juntas seguro que lo harían mucho mejor.
Es la primera vez que en España podríamos conseguir lo que se ha conseguido en otros países, una mujer, no solo por serlo, sino porque es la mejor preparada y valorada para ello, podría ser la primera presidenta de nuestro país, este sería otro paso hacia la ansiada igualdad, y seguiríamos caminando hasta conseguirla. Ojalá los caminos que aquellas mujeres abrieron nos enseñen a tejer alianzas y a crear futuro.
“…Hemos venido a abrir caminos y no a trazar fronteras…”. Concha Caballero.
TEXTO: Pilar Praena