El pasado 12 de octubre se informó en este medio que la Junta de Andalucía ha admitido
a trámite el estudio de evaluación ambiental de la Zona Ganadera presentado por el actual
equipo de gobierno. Este paso es conditio sine qua non para que el Consistorio visueño pueda realizar proyectos de reparcelación y urbanización de dicha zona. Una buena noticia, en principio, en tanto en cuanto se responde a la reivindicación histórica de un nutrido grupo de vecinos afectados por mil problemas de muy diversa naturaleza. Además, aunque no sabemos nada sobre este particular, puede que, si todo sale bien, la Delegación de Urbanismo tenga en mente retomar la actividad constructiva en un entorno riquísimo, como verán, desde una óptica arqueológica. Nada descabellado, considerando que ya se contemplaba esta posibilidad, la de la expansión urbanística, en el malogrado PGOU.
Esto último que señalábamos nos lleva a retomar la cuestión relativa a la imperiosa necesidad de dotarnos de herramientas que permitan poner en valor nuestro patrimonio arqueológico. Y es que, por desgracia, a pesar de los llamamientos que se han hecho a corporaciones de muy distinto color político, a día de hoy seguimos sin tener recursos suficientes, herramientas legales, medios humanos, instrumentos materiales, para localizar, estudiar y proteger las casi dos docenas de yacimientos que hasta el momento han sido registrados dentro del Término Municipal de El Viso del Alcor. Precisamente, uno de ellos, catalogado debidamente desde no hace mucho gracias a la labor de la arqueóloga Rocío Izquierdo, se encuentra dentro del perímetro de la Zona Ganadera. Es más, según las últimas pesquisas realizadas en aquel pago, puede que estemos ante uno de los enclaves más interesantes de la localidad; máxime, cuando sobre esas grandes extensiones de tierra que se asoman a la vega desde los altos del alcor no se construye masivamente desde hace centurias. Como comprobarán, la importancia de esta estación -así las llamaba Bonsor- ha generado no poca literatura especializada: cuando el río arqueológico suena, agua lleva la arqueológica corriente. Remitámonos a los hechos.
Corría el año 1974cuando Michel Ponsich publicó su célebre Implantation rurale antique sur le bas Guadalquivir. En esta obra de referencia, devenida objeto de culto entre los especialistas, podemos leer información sobre los yacimientos romanos de La Estación, La Tablada, La Fabiana y El Moscoso. También acerca del conocido como Viso Alcor (Este), ubicado en un terruño por entonces cubierto de árboles, en la parte más oriental de la actual Zona Ganadera. El estudioso francés registró tal cantidad de materiales romanos esparcidos por doquier como para hablar de la necesaria existencia de un asentamiento agrícola romano que, empero, no logró localizar concretamente. Solo pudo ver sus restos desperdigados, no consiguiendo dar con el asentamiento en cuestión. Puede que por esa razón, Amores Carredano descartara en su Carta Arqueológica (1983) la existencia misma de Viso Alcor (Este). Básicamente, se desplazó al lugar que visitara Ponsich unos años antes y, cosa rara, no halló nada de nada.
Sin embargo, cuando Rocío Izquierdo de Montes elaboraba el Informe de afección arqueológica de los yacimientos ¨La Alunada (cantera)¨ y ¨Viso del Alcor (este)¨ para el Plan Parcial de Ordenación del Sector 1 de las Normas Subsidiarias de El Viso del Alcor (2000), se personó en las inmediaciones de la zona señalada por Ponsich, ya desprovista de arboleda, y si documentó mampuestos, ladrillos de segmento de círculo destinados a la construcción de columnas, tégulas, ímbrices, vasos de almacenaje, fragmentos de vajilla común y terra sigillata hispánica, a todo lo largo y ancho de una superficie que acotó, por vez primera, claramente. Es decir, Ponsich podría estar en lo cierto respecto a la datación de un yacimiento que, según las apreciaciones de la arqueóloga, deberíamos clasificar como un asentamiento agrícola romano, de mayor envergadura de lo que suponía Ponsich, probablemente activo entre los siglos I y IV d.C. ¿Por qué Amores Carredano anduvo por allí y no vio nada? ¿Tal vez el acceso a la zona estaba prohibido? ¿Habría maleza en exceso? ¿Labores agrícolas recientes impidieron la detección de vestigios romanos? ¿Puede que simple y llanamente no diera con el lugar marcado por Ponsich, habiendo recaído en otro sitio?
Más recientemente, hemos estado en aquel paraje en distintas ocasiones tanto con el
arqueólogo Manolo Camacho, autor de una revisión de la Carta Arqueológica de Amores
Carredano, como con Elisabet Conlin Hayes, experta arqueóloga que está participando en la
elaboración de la primera carta arqueológica específica y exclusiva de nuestra localidad. Con ambos especialistas confirmamos la presencia de vestigios romanos, aunque también
descubrimos ingentes cantidades de materiales de época islámica diseminados a todo lo largo y ancho de la loma que limita al Este con la antigua Vereda de Carne. Incluso hay importantes restos arquitectónicos donde aparecen esas cerámicas andalusíes, que son con diferencia las predominantes. ¿Hubo también por allí una notable alquería islámica, activa durante siglos? Por si fuera poco, en una de nuestras salidas en solitario pudimos registrar una rara pieza de cerámica estampillada, bajoimperial o visigoda, que nos abría la posibilidad de que el asentamiento agrícola romano al que se referían Ponsich e Izquierdo hubiera estado activo de manera ininterrumpida desde tiempos del Alto Imperio hasta la llegada de los musulmanes, quienes, permítasenos la expresión, tomarían el relevo ¿O tal vez esos restos alto y bajoimperiales (o visigodos) no son más que el testimonio de la reutilización por parte de los musulmanes de materiales de acarreo provenientes de la cercana villa romana que existió en La Fabiana (así designó Ponsich al sitio arqueológico que ha pasado a conocerse, erróneamente, como Rancho del Zurdo, desde que Amores lo designara como tal en su célebre carta), ubicada a unos 300 metros en línea recta en dirección Sudeste, o sea, frente a la fuente y pilar de El Moscoso? Esta hipótesis del yacimiento parásito es la que maneja Conlin Hayes, quién ha documentado el fenómeno en numerosas estaciones andalusíes de la comarca, las cuáles crecieron a expensas de villae imperiales previas, aunque no ubicándose nunca sobre las mismas, sino en sus inmediaciones. Huelga decir que tan solo un estudio que trascendiera los límites de una prospección, hablamos de una excavación, nos sacaría de dudas.
La información que sobre la potencia arqueológica del lugar hemos aportado no es más que
la punta del iceberg. Consideren que todos los restos detectados son fruto de meras
prospecciones de superficie realizadas en unas pocas horas. Imaginen lo que aún no sabemos todavía; lo que con toda probabilidad descanse bajo tierra. Por allí hay indicios de la presencia de silos, presumiblemente, calcolíticos (en uno de ellos cayeron los galgos de un zagal hace casi medio siglo). Por aquellos lares emergió una punta de lanza, una mojarra, calificada por algunos como pilum romano (nosotros pensamos que es una lancea y no una punta de pilum), que acabó en el Museo Arqueológico de Sevilla para perderse y no ver más la luz (la cosa daría para una entretenida serie televisiva). En aquellos cerros se abren torrenteras por las que, cuando ha llovido abundantemente, se han ido desprendiendo pulimentados de la Prehistoria reciente. Hace nada, miembros de la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneos, en colaboración con Fuente del Sol y el Ayuntamiento, han demostrado que el cañón de agua que se abre no muy lejos de la Fuente de l’Aluná, al pie de Viso del Alcor (Este), es de innegable origen romano. Las sendas que surcan la zona, sobre todo, la antigua Vereda de Carne (somos partidarios de volver a poner en uso las denominaciones de vías pecuarias que, como ocurre en el caso del Camino de Cueva Honda o de El Viso y esta vereda, llevan la historia impresa en
sus nombres), son milenarias. Vayan ustedes sacando conclusiones, que pueden ser muchas y suculentas.
La punta del iceberg, como les decía. Entonces, ¿cómo defender ese auténtico tesoro del que solo apreciamos su brillo más superficial, la riqueza de su epidermis? ¿Cómo compatibilizar expansión urbanística y estudio, tutela y puesta en valor de un patrimonio arqueológico, como ven, no tan exiguo? La carta arqueológica mencionada, impulsada por la Asociación Fuente del Sol y asumida como proyecto propio por el actual Equipo de Gobierno, ha sido un paso dado en la buena dirección. En el proyecto, truncado, de PGOU municipal, también se incluyeron recomendaciones realizadas tanto por Solano como por Fuente del Sol, con el trabajo, excelente, que se ha realizado en Carmona, en el punto de mira. Habría que retomar aquellas sabias propuestas ¿Y no sería también la ocasión de crear una suerte de Comisión Municipal Permanente de Patrimonio, destinada a abordar cuestiones como la que traemos a colación, en la que participaran expertos locales en urbanismo, conocedores del patrimonio, historiadores, arqueólogos, asociaciones…? ¿No urge modificar las normas subsidiarias en el sentido de completar el catálogo de yacimientos conocidos, ampliando el margen de protección del que gozan ahora (la futura carta arqueológica, cuya publicación no ha de hacerse más de rogar, facilitaría esta labor)? ¿A qué esperamos para crear la figura del arqueólogo municipal, que ya existe en otros pueblos de la comarca? Si ello no fuera posible, ¿no sería viable, y asumible en términos económicos, contratar puntualmente los servicios de arqueólogos para que estuvieran presentes antes y durante una posible remoción de terrenos?
La Zona Ganadera, si nada se tuerce en esa carrera de obstáculos que se ha iniciado, podría sufrir drásticas modificaciones. La realización de un trabajo impecable, digno de este pueblo, no puede no considerar los asuntos que hasta este punto hemos tratado. Un urbanismo racional, sostenible, respetuoso con nuestras tradiciones arquitectónicas, con el paisaje y con el medioambiente, ha de ir de la mano de la defensa de nuestro patrimonio. Por lo tanto, tenemos ante a nosotros un enorme reto; pues las decisiones que se tomen a la hora de afrontarlo hablarán de todos nosotros el día de mañana. Los visueños de hoy y de mañana merecen, no lo duden, lo mejor. Pongámonos a trabajar, que el tiempo apremia. No hay término medio que valga: o se hace bien o se hace mal. Nuestra pasado, que es ingrediente esencial de lo que aún no somos, de nuestro futuro, está en nuestras manos.
TEXTO: Juan Antonio Martínez Romero.
Profesor de Historia en el IES Maese Rodrigo (Carmona)